Medité mucho sobre lo acaecido. He pasado unos días repasando cada una de mis acciones antes de que se sucedieran los hechos ya conocidos. No es mi propósito que este escrito sea solo una disculpa, pero igual no entiendas que no estoy dispuesto a ofrecértelas si tu quieres. De todas maneras te aseguro que cualquier sentimiento que tengas a mi persona se verá lavado. Pero mi mayor objeto es que conozcas los hechos como sucedieron a través de mi más ferviente sinceridad. No te ocultaré nada, sino que sabrás desde mi punto de vista lo que sucedió.
Antes de decirte nada, te aclaro que tengo las cartas guardadas y te aseguro que no las he utilizado desde esa vez ni tampoco las volveré a usar como verás.
Lo conocí una noche en la plazoleta cerca de donde vivía. No me lo presentaron, sino que el tipo se me acercó cuando los dos estábamos solos en asientos de madera separados. Por esos tiempos yo no estaba atravesando la mejor situación, y vivía recluido en ese feo departamento que alquilaba. Cuando no tenía clientes me iba de vez en cuando a sentar en algún lugar verde para no tener que quedarme mirando a las paredes de mi habitación. Como los dos andábamos necesitados de amistades hicimos como si congeniáramos y de en adelante nos hicimos amigos.
Me contó de sus viejos divorciados, de vos y tu otro hermano, de las personas que no lo querían, entre otras cosas. No me sorprendía, después de todo en lo que me dedicaba estaba acostumbrado a enterarme de cosas así.
Quiero que no te quedes pensando que no te quise decir todo de lo que él me relató. Nada me guardé que no recordara cuando hablamos. Él era como un espíritu frágil que vagaba por la calles en busca de un consuelo inalcanzable. De lo que tengo certeza es que nunca conocí a una persona que tuviera tantas ansias de ser feliz. Podía enternecerse con cualquier cosa y distraerse en cosas aburridas con tal de pasar el tiempo. Ésa primera vez que hablamos me contó de que lo habían vuelto a echar de su casa y se estaba yendo a otra, donde seguramente iba a pasar unas semanas antes de que lo volvieran a echar para volver a ir de donde vino. Cuando me detallaba esto se reía, le parecía divertido vivir de esa manera.
Me parecía gracioso el gorrito que usaba, de forma abovedada y de muchos colores. Me contó que vos se lo regalaste, pero no sé si en verdad no fue que te lo robó. Te cuento de que me olvidé de dártelo, ya que yo lo tengo. Resulta que fue con esto que él me pagó cuando se vino a hacer la consulta con las cartas, la última noche que lo vi. Como nunca tenía dinero dio eso. Yo lo estuve usando siempre, ya que, a pesar de que me resultaba un adorno ridículo, me parecía bonito.
Admiraba la forma que tenía de mezclar las emociones. En su inmadurez había conseguido conjugar perfectamente dos extremos. Llevaba las paroxismos desde un punto apacible hasta aguzarlos por límites apenas soportables. Lo podía ver elevado en locuras de felicidad, y al rato sumido en el mas profundo dolor. Todos pensaban que esto era por su corta edad sumada a la locura, pero yo nunca lo creí así. Era solo una forma de experimentar la existencia, una manera muy valiente por cierto. Porque pocos están capacitados para jugar con los extremos continuamente. Pero lo más sorprendente eran sus pausas, estados indefinidos que entregaba a veces a una rara meditación. No era que fuera un gran pensador, pero creí advertir que tenía una virtud rara y que admiraba mucho: era el estarse por mucho tiempo en la nada.
He pensado en él como un explorador. No de ideas, sino de sentimientos. Experimentaba con él mismo sus intensidades. No sé de que manera esto le pudo haber sido útil, tal vez era solo su forma de ser.
Cuando deducí esto de su personalidad es cuando decidí hacerlo. Aquí entonces empieza el camino de mi culpa, lo que no te supe decir la otra vez. ¿Por qué lo hice? Lo cierto es que no lo sé bien. Pero lo que sí te puedo decir es que yo no sólo le llevaba a él años de ventaja con respecto a la edad.
La real diferencia entre los dos era que yo había dejado de esperar. No deseaba de ninguna manera un mañana radiante, sino que me había entregado a los caminos inciertos de la desazón. El haber alcanzado este estado me hacia de cierta manera menos vulnerable. Podía experimentar cualquier cosa y no dejar que me afecte, ni siquiera la vida de los demás, tanto lo que les pasara por el destino como lo que yo les pudiese hacer. Ahora comprendo en lo que me había transformado, y eso te lo tengo que agradecer a vos.
No te ofendas si te digo que el mayor dolor que siento ahora no es tanto que él ya no esté, sino para mí es el saber que no podré guardar ninguna esperanza contigo, pues sé que te he perdido. Fuiste muy clara cuando te despediste de mí en el puente, recuerdo bien tus palabras y lo que me señalaste en ese lugar.
Quizás no sea la ocasión para confesártelo, pero no tendré otra oportunidad para hacerlo. Pero lo mismo ya lo debes saber, después de todo los hombres cuando intentamos ocultar lo que sentimos terminamos siendo evidentes.
Recuerdo esa tarde en que te quedaste mirando a todos lados, sorprendida, querías saber quien había sido el que te enviaba el regalo. Esa flor que te dieron en la plaza, cuando un niño al que le había pagado para hacerlo te la llevó, esa flor era mía.
Pero sigo no escribiéndote lo que hice, o mejor, lo que le dije a él en esas noches en mi departamento, particularmente la última. Tus amigos trataron de arrancarme de muchos modos esta respuesta, pero yo me negué de todas las maneras posibles. Lo que pasa no es que no lleve culpa conmigo, pero no soporté que ellos se asumieran como inocentes de todo lo que pasó. Más a ti si te lo diré:
He aprendido a llevar conmigo todo un edificio de pensamientos negros, asumí que lo que guardo en mi interior soy yo mismo y dejé de luchar para sacármelos de encima. Después de todo es lo que soy. Pero mi experiencia es solo particular, y sé que otra persona, más si es sensible, no soportaría llevar mi carga.
Lo que no me explico es como no me di cuenta que él estaba de a poco absorbiendo de veras las cosas que le decía. Yo nunca quise ser una especie de maestro para él, pero jugaba malignamente a que si lo era. Estoy tan acostumbrado a que nadie me preste atención que creí que él también lo haría. Pasaron, vaya casualidad, veintidós días en que fue a verme todas las noches. Cada vez yo le ofrecí un camino distinto, pero que siempre tenía como destino el mismo lugar, que es precisamente a donde fue luego.
Debo admitir que lo admiro, pues él hizo lo que precisamente yo no me animaba a hacer. Recogió pacientemente mis justificaciones y las llevó a la práctica esa mañana. Me contaron que lo encontraron al lado del tronco que está bajo mi ventana, mojado por las gotas frías de la llovizna. Hay versiones contradictorias de los vecinos, sobre que había alguien que estaba con él antes o en el momento de que lo hizo. Te juro ante todos los cielos de que no estaba allí, si había alguien ahí yo no era. Sé que las descripciones concuerdan conmigo, la misma policía no me cree, pero esa mañana yo me encontraba escondido a muchos kilómetros de distancia.
Me había ido a mi pueblo natal. La verdad es que trataba de desconectarme de todo el entorno que se había creado en ésas semanas. Así que permanecí aislado de todos ustedes con el consuelo ingenuo de no saber nada de lo que iba a suceder. Hace poco Matías me dijo que dieron conmigo gracias a otra persona que había ido a buscarme. Éste anónimo sujeto fue guiado por los rumores que se despertaron cuando se hizo público que yo estaba en el medio del asunto, y mandando una carta con un nombre falso les indicó en donde me ocultaba. Te agradezco el que no le hallas dicho que fuiste tú.
Creo que todo terminó cuando no supe interpretar la combinación de un arcano. Todo se me hacía más simple cuando no estaba, inclusive llegaba a sacarla del manojo para no tener que encontrármela. Pero no pude seguir haciendo eso, ya que, después de todo, desde hace siglos ella acompaña al resto. En sí ésta no representa nada en particular, sino que define un estado de incomprensión del individuo. Una de las pocas maneras de interpretarla era un viajante que se anda desorientado por la vida, caminando hacia un lugar que casi no sabe. Nunca estuve de acuerdo con quienes la interpretan como un camino hacia un estadio superior, como la evolución. Tampoco le agrego el valor de la indiferencia, pues el individuo que esta grabado en la carta siempre lo contemplé como alguien sensible y afecto a observar el mundo que le rodeaba. Estas solas conclusiones que saqué me son suficientes para concluir que nadie mas que yo puede dar una interpretación mejor a ese arcano. Hasta aquí podría decirse que algo sé sobre ésta carta, pero el problema es que se me presentaba acompañada por otras. Entonces me sentía perdido, ya que al solo ponerla junto a las otras les vaciaba de significado, dejándome sin nada que decir. Como nunca pude responder las consultas cuando se me presentaba esta situación, lo único que hacía era rogar de que no apareciera. Para eso sabía hacer tres tiradas con cuatro cartas, si en la primera aparecía de inmediato recogía todo y tiraba de vuelta. Sólo una vez se me había aparecido dos veces seguidas, pero a la tercera vez no aparecía más.
Pero cuando se las tiré a él la primera vez se me apareció tres veces. Ahí estaba la maldita carta acompañando a, entre otras, la número trece. Le dije que la tirada era confusa así que volví a mezclarlas. A le segunda vez volvió a aparecer, siempre al lado de la trece ¿Cómo podía decirle algo? No podía ni empezar a deducir los que me decían los arcanos si tenía que empezar a leer la número veintidós y la trece. Intenté por tercera vez y volvieron a salir. Entonces tuve la infeliz idea de inventar una interpretación y mostrarle uno de mis más oscuros razonamientos. Lo miré fijamente a los ojos y le pregunté que es lo que veía. Él se quedó por un momento confundido y no supo que decirme. Yo me aproveché de la situación y le pedí de que no aparte su vista. Se puso nervioso e hice que ese instante se prolongara. Por primera vez advertí que se desarmaba interiormente, parecía que no tenía la capacidad de salir de ese momento. Noches continuas de escucharme sumado a este momento habían surtido efecto, él terminaba de quebrarse. Sin decirme nada me rogaba que lo dejara ir, más yo no lo dejé hasta que tuve la completa seguridad de desmantelarlo. Cuando las primeras lágrimas empezaron a correr por sus mejillas me di por satisfecho. Me acuerdo de sus pasos tambaleantes cuando lo acompañé hasta la puerta para que se vaya en medio de la madrugada.
Una de las maneras en que expié parte de mi error fue que no me quisieron mostrar, ni siquiera decir, lo que contenía la esquela que escribió Pablo antes de hacerlo. ¿Qué decía? Me he preguntado incontables veces si él no se refería a mí en ella, si al menos me nombraba o si la misma estaba dirigida a mi persona. Tu, a pesar de mis súplicas, no me quisiste decir nada. Igual que los otros, guardaron de manera implacable un pacto de silencio.
Estoy escribiendo esto delante de la silla que ocupaste hace tres días, y te cuento que ya he arreglado todos mis asuntos personales para hacer lo que me recomendaste.
Arrojaré las cartas en donde me dijiste que lo haga. Pero haré justicia dejando aparte la número veintidós para poder acompañarla.
Antes de decirte nada, te aclaro que tengo las cartas guardadas y te aseguro que no las he utilizado desde esa vez ni tampoco las volveré a usar como verás.
Lo conocí una noche en la plazoleta cerca de donde vivía. No me lo presentaron, sino que el tipo se me acercó cuando los dos estábamos solos en asientos de madera separados. Por esos tiempos yo no estaba atravesando la mejor situación, y vivía recluido en ese feo departamento que alquilaba. Cuando no tenía clientes me iba de vez en cuando a sentar en algún lugar verde para no tener que quedarme mirando a las paredes de mi habitación. Como los dos andábamos necesitados de amistades hicimos como si congeniáramos y de en adelante nos hicimos amigos.
Me contó de sus viejos divorciados, de vos y tu otro hermano, de las personas que no lo querían, entre otras cosas. No me sorprendía, después de todo en lo que me dedicaba estaba acostumbrado a enterarme de cosas así.
Quiero que no te quedes pensando que no te quise decir todo de lo que él me relató. Nada me guardé que no recordara cuando hablamos. Él era como un espíritu frágil que vagaba por la calles en busca de un consuelo inalcanzable. De lo que tengo certeza es que nunca conocí a una persona que tuviera tantas ansias de ser feliz. Podía enternecerse con cualquier cosa y distraerse en cosas aburridas con tal de pasar el tiempo. Ésa primera vez que hablamos me contó de que lo habían vuelto a echar de su casa y se estaba yendo a otra, donde seguramente iba a pasar unas semanas antes de que lo volvieran a echar para volver a ir de donde vino. Cuando me detallaba esto se reía, le parecía divertido vivir de esa manera.
Me parecía gracioso el gorrito que usaba, de forma abovedada y de muchos colores. Me contó que vos se lo regalaste, pero no sé si en verdad no fue que te lo robó. Te cuento de que me olvidé de dártelo, ya que yo lo tengo. Resulta que fue con esto que él me pagó cuando se vino a hacer la consulta con las cartas, la última noche que lo vi. Como nunca tenía dinero dio eso. Yo lo estuve usando siempre, ya que, a pesar de que me resultaba un adorno ridículo, me parecía bonito.
Admiraba la forma que tenía de mezclar las emociones. En su inmadurez había conseguido conjugar perfectamente dos extremos. Llevaba las paroxismos desde un punto apacible hasta aguzarlos por límites apenas soportables. Lo podía ver elevado en locuras de felicidad, y al rato sumido en el mas profundo dolor. Todos pensaban que esto era por su corta edad sumada a la locura, pero yo nunca lo creí así. Era solo una forma de experimentar la existencia, una manera muy valiente por cierto. Porque pocos están capacitados para jugar con los extremos continuamente. Pero lo más sorprendente eran sus pausas, estados indefinidos que entregaba a veces a una rara meditación. No era que fuera un gran pensador, pero creí advertir que tenía una virtud rara y que admiraba mucho: era el estarse por mucho tiempo en la nada.
He pensado en él como un explorador. No de ideas, sino de sentimientos. Experimentaba con él mismo sus intensidades. No sé de que manera esto le pudo haber sido útil, tal vez era solo su forma de ser.
Cuando deducí esto de su personalidad es cuando decidí hacerlo. Aquí entonces empieza el camino de mi culpa, lo que no te supe decir la otra vez. ¿Por qué lo hice? Lo cierto es que no lo sé bien. Pero lo que sí te puedo decir es que yo no sólo le llevaba a él años de ventaja con respecto a la edad.
La real diferencia entre los dos era que yo había dejado de esperar. No deseaba de ninguna manera un mañana radiante, sino que me había entregado a los caminos inciertos de la desazón. El haber alcanzado este estado me hacia de cierta manera menos vulnerable. Podía experimentar cualquier cosa y no dejar que me afecte, ni siquiera la vida de los demás, tanto lo que les pasara por el destino como lo que yo les pudiese hacer. Ahora comprendo en lo que me había transformado, y eso te lo tengo que agradecer a vos.
No te ofendas si te digo que el mayor dolor que siento ahora no es tanto que él ya no esté, sino para mí es el saber que no podré guardar ninguna esperanza contigo, pues sé que te he perdido. Fuiste muy clara cuando te despediste de mí en el puente, recuerdo bien tus palabras y lo que me señalaste en ese lugar.
Quizás no sea la ocasión para confesártelo, pero no tendré otra oportunidad para hacerlo. Pero lo mismo ya lo debes saber, después de todo los hombres cuando intentamos ocultar lo que sentimos terminamos siendo evidentes.
Recuerdo esa tarde en que te quedaste mirando a todos lados, sorprendida, querías saber quien había sido el que te enviaba el regalo. Esa flor que te dieron en la plaza, cuando un niño al que le había pagado para hacerlo te la llevó, esa flor era mía.
Pero sigo no escribiéndote lo que hice, o mejor, lo que le dije a él en esas noches en mi departamento, particularmente la última. Tus amigos trataron de arrancarme de muchos modos esta respuesta, pero yo me negué de todas las maneras posibles. Lo que pasa no es que no lleve culpa conmigo, pero no soporté que ellos se asumieran como inocentes de todo lo que pasó. Más a ti si te lo diré:
He aprendido a llevar conmigo todo un edificio de pensamientos negros, asumí que lo que guardo en mi interior soy yo mismo y dejé de luchar para sacármelos de encima. Después de todo es lo que soy. Pero mi experiencia es solo particular, y sé que otra persona, más si es sensible, no soportaría llevar mi carga.
Lo que no me explico es como no me di cuenta que él estaba de a poco absorbiendo de veras las cosas que le decía. Yo nunca quise ser una especie de maestro para él, pero jugaba malignamente a que si lo era. Estoy tan acostumbrado a que nadie me preste atención que creí que él también lo haría. Pasaron, vaya casualidad, veintidós días en que fue a verme todas las noches. Cada vez yo le ofrecí un camino distinto, pero que siempre tenía como destino el mismo lugar, que es precisamente a donde fue luego.
Debo admitir que lo admiro, pues él hizo lo que precisamente yo no me animaba a hacer. Recogió pacientemente mis justificaciones y las llevó a la práctica esa mañana. Me contaron que lo encontraron al lado del tronco que está bajo mi ventana, mojado por las gotas frías de la llovizna. Hay versiones contradictorias de los vecinos, sobre que había alguien que estaba con él antes o en el momento de que lo hizo. Te juro ante todos los cielos de que no estaba allí, si había alguien ahí yo no era. Sé que las descripciones concuerdan conmigo, la misma policía no me cree, pero esa mañana yo me encontraba escondido a muchos kilómetros de distancia.
Me había ido a mi pueblo natal. La verdad es que trataba de desconectarme de todo el entorno que se había creado en ésas semanas. Así que permanecí aislado de todos ustedes con el consuelo ingenuo de no saber nada de lo que iba a suceder. Hace poco Matías me dijo que dieron conmigo gracias a otra persona que había ido a buscarme. Éste anónimo sujeto fue guiado por los rumores que se despertaron cuando se hizo público que yo estaba en el medio del asunto, y mandando una carta con un nombre falso les indicó en donde me ocultaba. Te agradezco el que no le hallas dicho que fuiste tú.
Creo que todo terminó cuando no supe interpretar la combinación de un arcano. Todo se me hacía más simple cuando no estaba, inclusive llegaba a sacarla del manojo para no tener que encontrármela. Pero no pude seguir haciendo eso, ya que, después de todo, desde hace siglos ella acompaña al resto. En sí ésta no representa nada en particular, sino que define un estado de incomprensión del individuo. Una de las pocas maneras de interpretarla era un viajante que se anda desorientado por la vida, caminando hacia un lugar que casi no sabe. Nunca estuve de acuerdo con quienes la interpretan como un camino hacia un estadio superior, como la evolución. Tampoco le agrego el valor de la indiferencia, pues el individuo que esta grabado en la carta siempre lo contemplé como alguien sensible y afecto a observar el mundo que le rodeaba. Estas solas conclusiones que saqué me son suficientes para concluir que nadie mas que yo puede dar una interpretación mejor a ese arcano. Hasta aquí podría decirse que algo sé sobre ésta carta, pero el problema es que se me presentaba acompañada por otras. Entonces me sentía perdido, ya que al solo ponerla junto a las otras les vaciaba de significado, dejándome sin nada que decir. Como nunca pude responder las consultas cuando se me presentaba esta situación, lo único que hacía era rogar de que no apareciera. Para eso sabía hacer tres tiradas con cuatro cartas, si en la primera aparecía de inmediato recogía todo y tiraba de vuelta. Sólo una vez se me había aparecido dos veces seguidas, pero a la tercera vez no aparecía más.
Pero cuando se las tiré a él la primera vez se me apareció tres veces. Ahí estaba la maldita carta acompañando a, entre otras, la número trece. Le dije que la tirada era confusa así que volví a mezclarlas. A le segunda vez volvió a aparecer, siempre al lado de la trece ¿Cómo podía decirle algo? No podía ni empezar a deducir los que me decían los arcanos si tenía que empezar a leer la número veintidós y la trece. Intenté por tercera vez y volvieron a salir. Entonces tuve la infeliz idea de inventar una interpretación y mostrarle uno de mis más oscuros razonamientos. Lo miré fijamente a los ojos y le pregunté que es lo que veía. Él se quedó por un momento confundido y no supo que decirme. Yo me aproveché de la situación y le pedí de que no aparte su vista. Se puso nervioso e hice que ese instante se prolongara. Por primera vez advertí que se desarmaba interiormente, parecía que no tenía la capacidad de salir de ese momento. Noches continuas de escucharme sumado a este momento habían surtido efecto, él terminaba de quebrarse. Sin decirme nada me rogaba que lo dejara ir, más yo no lo dejé hasta que tuve la completa seguridad de desmantelarlo. Cuando las primeras lágrimas empezaron a correr por sus mejillas me di por satisfecho. Me acuerdo de sus pasos tambaleantes cuando lo acompañé hasta la puerta para que se vaya en medio de la madrugada.
Una de las maneras en que expié parte de mi error fue que no me quisieron mostrar, ni siquiera decir, lo que contenía la esquela que escribió Pablo antes de hacerlo. ¿Qué decía? Me he preguntado incontables veces si él no se refería a mí en ella, si al menos me nombraba o si la misma estaba dirigida a mi persona. Tu, a pesar de mis súplicas, no me quisiste decir nada. Igual que los otros, guardaron de manera implacable un pacto de silencio.
Estoy escribiendo esto delante de la silla que ocupaste hace tres días, y te cuento que ya he arreglado todos mis asuntos personales para hacer lo que me recomendaste.
Arrojaré las cartas en donde me dijiste que lo haga. Pero haré justicia dejando aparte la número veintidós para poder acompañarla.